EFE | BLOEMFONTEIN | SUDÁFRICA
Un penalti transformado por Kaká en el minuto 90 dio una victoria agónica a Brasil ante Egipto en un partido de fuerzas parejas en el primer periodo, pero en el que los egipcios le bailaron la samba a los brasileños a lo largo de todo el segundo tiempo.
No fue suficiente el gran futbol desplegado por el equipo africano tras el descanso para obtener al menos el empate que mereció ante una selección de Brasil que causó una pobre impresión, pero que logró el objetivo de ganar en un partido de grandes alternativas.
El partido fue trepidante desde el comienzo por el buen futbol por parte de ambos equipos en el tramo inicial y, sobre todo, por la calidad de los tres tantos que se marcaron en el primer cuarto de hora. El primero lo logro Kaká tras un triple control excepcional del balón, que le permitió quedarse sólo delante del meta egipcio para batirle.
Los otros dos tantos llegaron tras sendos cabezazos. Zidan remató un excelente centro de Aboutrika para igualar el encuentro y Luis Fabiano hizo lo propio en una falta lanzada por Elano, con lo que puso el 2-1 en el marcador.
El partido se serenó tras el cuarto de hora y Brasil llevó la iniciativa ante un rival muy firme en las marcas sobre los atacantes brasileños y que trataba de sorprender por velocidad en acciones aisladas de futbolistas de una gran calidad.
Esta superioridad de los brasileños se dejó ver en el tramo final del primer periodo cuando Juan logró el 3-1 a la salida de un tiro de esquina. Era el tercer tanto de cabeza del encuentro y con él, el partido llegó al descanso.
Fue una primera parte entretenida y controlada con comodidad aunque sin brillantez por Brasil, pero el partido dio un giro sorprendente en menos de un minuto al comienzo del segundo periodo con dos contragolpes eléctricos de Egipto, que puso el empate a tres en el marcador en un suspiro.
Quedaba más de media hora de partido y Brasil ya tenía que jugar contra el reloj, por lo que Dunga dio entrada a Ramires y Pato en lugar de Elano y Robinho, pues su equipo se había quedado sin argumentos y Egipto imponía su ley con un futbol-control de mucho nivel.
Brasil había dejado de existir y el partido se había puesto de cara para Egipto, aunque el equipo africano, consciente de la calidad individual de sus rival, no se lanzó descaradamente al ataque.
Los minutos finales del encuentro fueron muy intensos, puesto que se mantuvo la misma tónica, con muchas más aproximaciones a la meta de Julio César, pero Brasil nunca se da por vencida.
Así fue, cuando el partido llegaba a su fin, el jugador egipcio Al Muhamadi interceptó con la mano un balón que iba a gol, fue expulsado y Kaká, de penalti, dio a Brasil una victoria agónica y propició un excesivo castigo para el excelente partido que realizó Egipto.
Brasil debe mejorar y Egipto demostró que puede complicar el partido a cualquier rival.
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