Vaya susto el que tuvo que pasar el Tricolor, al irse abajo, pero demostró que aún tiene en sus filas a quien puede salvarle el pellejo, y en este caso, el debut de Sven-Goran Eriksson que parecía no tener tintes de buenas noches.
Los goles los firmó Pável Pardo, el partido se título Cuauhtémoc Blanco. México se adueñó de los primeros tres puntos en la Eliminatoria Mundialista al vencer 2-1 a Honduras, con la estética de dos anotaciones y el recital de un jugador.
Tuvieron que gritar más de 75 mil gargantas su nombre para que el cuerpo técnico de la Selección Nacional se convenciera que se trataba de una misión para el del Chicago Fire.
Blanco entró a la cancha y todo cambió.
Y llegó la revolución en los botines del jugador que pidió a gritos el público y que el mismo desarrollo de cotejo exigía para México: Blanco.
Su sola presencia empujó a los centroamericanos a su terruño y despabiló a los mexicanos.
El encare, la movilidad, la pericia para jalar el marcaje abrió los huecos precisos.
Primero, para el torpedo de Pardo y después para generar la falta de la cual se produjo la voltereta.
Y también para desesperar a los hondureños, quienes recurrieron al juego ríspido para controlarlo.
El daño estaba hecho para el visitante, con tres golpes certeros de los que ya no se logró recuperar, los dos goles y el tormento que significó para ellos Cuauhtémoc, nombre que aún se escucha a coro en los alrededores del Azteca.
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